top of page

 

solitaria cae la noche sobre nosotros,
                  solitarios amanecen los días brillantes

 

Esta exposición reúne una selección de trabajo de las artistas Aglae Cortés, Andrea Martínez, Daniela Bojórquez Vértiz e Ilán Rabchinskey. El pretexto inicial es que todas realizaron –en momentos diferentes entre el 2015 y el 2019– una estancia en el programa onoma air en Fiskars, Finlandia. Otro vínculo, que resulta evidente, es el uso de la fotografía como medio para desarrollar su trabajo. 

 

   Existen otras convergencias en las series que presentan aquí. De manera descriptiva y simple mencionaré una: colocan “cosas” que no estaban para que aparezcan en las imágenes. Éste es un recurso que podemos rastrear en el arte contemporáneo y que, por extenderse en la producción actual, no deja de ser una práctica que se comunica con la tradición y, si observamos atentamente, con las imágenes del futuro. 

 

   Me refiero a que, hace tiempo y en el contexto del arte, la noción de paisaje implicaba una sostenida observación que solía derivar en un “estudio”: un producto que contenía las partes de aquello que, según quien miraba, conformaban al paisaje. Además, este compendio estaba acompañado por una propuesta consciente respecto a la representación posible de eso que se había contemplado (ejemplo: voy a mirar un charquito a diferentes horas del día e intentaré descomponer los colores que observo en manchitas de pintura sobre lienzos del mismo tamaño).

 

   Al paso de los años, al acto de observar se le han sumado elementos técnicos, cargas históricas y teóricas. Así, representar echa mano de otras herramientas y lenguajes. Por ejemplo, las personas que utilizan el color en su obra suelen examinar un hecho físico: vemos solo un segmento de las ondas de luz. Y, para crear imágenes, las personas tenemos a disposición ciertos elementos enmarcados en un conocimiento técnico. 

 

   En estas imágenes participan de manera central la luz y el tiempo en relación, con sus constantes físicas, como su longitud de onda, su velocidad, etc. Pero –lo diré así ahora– es susceptible al punto de vista: dependiendo de éste, logramos distinguir cambios en la luz que obedecen a variables geográficas, contextuales, climatológicas, etc. Los cambios de la luz en Finlandia, a lo largo del año, son muy distintos a los de la Ciudad de México, experimentamos resplandores y ocasos diferentes. Ver y sentir la luz en momentos y lugares distintos aparece como uno de los principios más importantes para algunas artistas –como es el caso de Cortés, Martínez, Bojórquez Vértiz y Rabchinskey. 

 

   En esta exposición, tras este recorrido de imágenes, que parecen ser inicialmente estudios de paisaje, emergen ensayos sobre la luz y el punto de vista. En ellos encontramos una serie de inscripciones: esas “cosas”, que no estaban ahí, señalan y glosan los elementos indispensables para construir una imagen fotográfica: colores primarios (versión luz o pigmento), formas, filtros, tonos. Inclusive nos ponen a la vista asuntos sobre memoria y mirada, dos elementos que se han discutido desde la aparición de la primera fotografía y que aún forman parte del quehacer y las reflexiones del medio. 

 

  ¿Y por qué se comunican con las imágenes del futuro? Porque utilizan recursos que localizamos entre las máquinas de hoy y mañana: desplazan un elemento, a través de la repetición de un procedimiento, para hacer visible algo indescifrable al ojo humano. En cada serie, las artistas hacen énfasis en alguno de los elementos del medio a través de esas “cosas” que no estaban, para luego crear la imagen (estos trabajos en solitario, en ubicaciones silenciosas): 

   -Aglae Cortés deja inscripciones en el tiempo, lleva la observación al límite técnico de la luz y la obscuridad para tener documentos ilegibles de una memoria. 

   - Andrea Martínez encuadra para hacer visible la experiencia de la luz del norte, hace énfasis en colores que estaban pero que no veíamos y que sólo a través de la cámara es posible destacar, las “cosas” que pone se escapan a la primera vista. 

   - Daniela Bojórquez Vértiz muestra la ficción de la óptica y recorte de la cámara, desborda la noción de filtro y confirma el lenguaje técnico adquirido. 

   - Ilán Rabchinskey nos recuerda los principios básicos compositivos de la forma y el color, la modernidad del arte, la educación visual, retomar la idea del lienzo blanco, pero lo hace aprovechando las condiciones climatológicas. 

 

   Las artistas decidieron tomar por título para esta exposición unos versos fineses. La traducción, como la luz, como la propia lengua –materna o aprendida–, implica el conocimiento del mundo a través de la experiencia, los elementos mínimos recorren el aparato fónico u óptico de manera particular. Gracias a estas transformaciones leemos y vemos lo inteligible, es entonces cuando lo solitario nos reúne en comunidad. 

​

“Sanat suussani sulavat,

puhe'et putoelevat,

kielelleni kerkiävät,

hampahilleni hajoovat.”

Elias Lönnrot

 

Susana Trejo Santoyo, Cd. Mx., 2025

Bucareli 108, interior 107. Col. Centro. CDMX

  • Instagram
bottom of page